Los caminos rituales del volcán Llullaillaco, Argentina (6739 msnm)

Los caminos rituales del volcán Llullaillaco, Argentina (6739 msnm)

Resumen: Los Incas en su proceso de expansión territorial lograron abarcar la mayor superficie territorial en la historia prehispánica de Sudamérica, la cual estuvo integrada -en todo sentido- por una vasta red de caminos que conectaban todos los rincones del Tawantinsuyu. Además, la conquista también fue altitudinal, ya que unas doscientas montañas entre 900 y 6.700 metros fueron ascendidas con fines rituales, llegando a consumar en algunas de ellas ofrendas humanas. En los últimos años, los estudios viales empezaron a integrar los caminos rituales que se desprendían del Qhapaq Ñan para dirigirse hacia la cima de las altas montañas andinas. En el presente trabajo se describen los caminos rituales que ascienden al volcán Llullaillaco. 


Palabras claves: caminos rituales, arqueología de montaña, incas, volcán Llullaillaco.

Introducción y antecedentes

Uno de los elementos que vertebraron la eco- nomía, la política y la ideología implementada por los incas, a lo largo de los Andes, fue la uti- lización de vías de comunicación y transporte. Los caminos representaban el complejo siste- ma administrativo, uniendo regiones densa- mente pobladas con las despobladas, zonas de producción con centros de consumo, movili- zando productos, mano de obra al servicio del Estado (mitayos), ejércitos, dirigentes de alto rango, productos suntuarios, poblaciones tras- ladadas, etc. También describían las divisiones espaciales y sociopolíticas básicas del Estado, debido a que un camino principal salía desde la capital incaica, el Cuzco, a cada uno de los cua- tro suyus, teniendo una estrecha vinculación

con el sistema de Ceques, la organización espacial de las ciudades y la ubicación de los santuarios (Zuidema 1964; Hyslop 1992; Bauer 1996). Se- gún Hyslop, para los pueblos dominados por los incas, los caminos representaban un símbolo del poder y la autoridad del Estado. Asimismo fueron usados para “comprender y expresar la geogra- fía cultural y estaban muchas veces investidos

de un considerable significado ritual.” (Hys- lop 1992: 255). Además, opina que los caminos también pueden haber servido para pensar, “… ayudando a concebir por asociación las rela- ciones entre un lugar o un grupo de personas, con otro.” (Hyslop 1992: 258); pues junto a todo ese movimiento de productos y tributos, tam- bién viajaban ideas, concepciones del mundo, historias de lugares lejanos. Pero sin duda esto fue mucho más allá, pues existieron caminos que llevaron esta relación a otro nivel, entablan- do vinculaciones entre los humanos y los apus o deidades de las altas montañas de la cordillera, relacionando el Kay Pacha con el Hanan Pacha.

Los caminos rituales que ascienden a las montañas fueron mencionados en algunas publicaciones académicas (Rebitsch 1966: 51- 80; Niemeyer y Rivera 1983: 91-193; Núñez 1981:49-57; Reinhard 1983: 27-62 y 1997: 105- 129; Schobinger 1986: 297-317; Beorchia Ni- gris 1987; Hyslop 1992; Lynch 1996: 187-203; Ceruti 2003; Castro et al. 2004: 439-451; entre otros). Sin embargo, no fueron investigados sistemáticamente hasta hace relativamente poco tiempo, cuando los estudios de los ado- ratorios de altura empezaron a integrar al sis- tema vial Inca de una manera más detallada y contextual, abordando el estudio de los cami- nos ceremoniales de las altas montañas como elementos de importancia para la comprensión de la geografía sagrada y el paisaje cultural an- dino (Astuhuamán Gonzáles 1999; Vitry 2000, 2005b, 2006 y 2008).

Sobre la base de la información publicada y complementada con nuestras investigaciones de campo, tenemos que, sobre un total de 199 montañas con evidencias arqueológicas en la cordillera de los Andes, en 32 de ellas (16%) se registró caminos en sus laderas y/o cerca de las cumbres, y, en la base o proximidades de 45 montañas (22,6%) pasa el Qhapaq Ñan o cami- no troncal (Vitry 2008); información parcial, ya que resta mucho camino por recorrer para acercar estas cifras a la realidad.

La red vial Inca de la región aledaña al vol- cán Llullaillaco no a sido objeto de estu- dios específicos. Solo existen algunos an- tecedentes que citan tramos relativamente aislados en relación directa con algunos sitios como tambos, chasquiwasis o bien con adoratorios de altura (Núñez 1981; Niemeyer y Rivera 1983, Hyslop 1984; Beorchia Nigris

1987). Sin embargo, el antecedente más preciso de un tramo de camino Inca estudiado es el tra- bajo de Lynch (1996), quien describe con sumo detalle un camino arqueológico, comprendido entre Catarpe y Salar de Punta Negra (Chile), que se dirige directamente hacia el Llullaillaco.

El camino que accede a la máxima altura del Llullaillaco vincula directamente siete sitios ar- queológicos: Filo Norte (5000 msnm), Tam- bo (5200 msnm), Laderas Bajas (5548 msnm), Cota de Agua (5710 msnm), Laderas Altas (6300 msnm), Portezuelo del Inca (6550 msnm) y Con- junto de la Cima (6700 a 6739 msnm). Separa- dos de éstos se encuentra el sitio conocido como Cementerio (4900 msnm) el cual se vincula indi- rectamente desde el sector oriental (figura 1). El 24 de junio de 2014 todo el Complejo Ceremonial del volcán Llullaillaco fue incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de UNESCO en el marco del Qhapaq Ñan – Sistema Vial Andino. Los ante- cedentes camineros específicos del volcán Llu- llaillaco se remontan a las primeras exploracio- nes realizadas por el austríaco Mathias Rebitsch, en la década de 1960, que desarrollaremos más adelante. En 1974 Beorchia localizó un segmento de camino empedrado en la base de la montaña, cerca al sitio Cementerio. Asimismo aporta el dato brindado por el guía (Celestino Alegre) de la existencia de un tramo de camino proveniente de Chile (Beorchia 1987: 120). Hyslop se refiere bre- vemente a este tipo de caminos como “de carácter religioso y excepcional” y publica una fotografía del Llullaillaco que muestra un segmento de ca- mino tipo despejado a 5400 msnm (Hyslop 1992: 90 – fig. 4.2). Reinhard (1997) menciona en varias oportunidades la presencia de sendas y caminos que vinculan los sitios relevados. A principio de la década del presente siglo, publicamos un par de artículos periodísticos dando a conocer detalles constructivos y del trazado sobre el paisaje del ca- mino Inca hacia la cima del Llullaillaco, constitu- yéndose en el primer avance del presente trabajo (Vitry 2001b y 2004). Publicaciones orientadas principalmente al estudio de los sitios y hallazgos arqueológicos del Llullaillaco, mencionan nueva- mente la información disponible sobre los cami- nos (Reinhard y Ceruti 2000 y Ceruti 2003).

1 La versión original de este trabajo fue presentada en el XV Congreso Nacional de Arqueología Argentina, realizado en Río Cuarto (Córdoba, 2004), cuyo título era Contribución al estudio de caminos de sitios ar- queológicos de altura. Volcán Llullaillaco (6.739 m). Salta – Argentina. Lamentablemente nunca fue pu- blicado, por lo que aprovecho esta oportunidad para compartir el manuscrito con leves cambios.

Ubicación

Figura 1: Esquema del volcán Llullaillaco donde se aprecia el trazado del camino y la distribución de los sitios arqueológicos asociados. Dibujo gentileza de Miguel Xamena, Museo de Arqueología de Alta Montaña. Salta.

El volcán Llullaillaco se encuentra en el extremo occidental de la provincia de Salta, departamen- to Los Andes, República Argentina. Forma parte del grupo de montañas que marcan el límite internacional entre Argentina y Chile (figura 2). Desde el punto de vista morfoestructural se encuentra emplazado en la región de la Puna que es la continuidad del desierto de Atacama (Chile) y el Altiplano de Bolivia, constituyendo uno de los lugares más áridos del planeta. Fi- siográficamente posee una forma elíptica con el eje mayor en sentido este-oeste y un diáme- tro de aproximadamente 20 Km. Se trata de un estrato-volcán del cuaternario formado por el apilamiento de coladas lávicas y piroclásticas, conformando un voluminoso edificio de lavas dacíticas calcoalcalinas ricas en potasio sobre las rocas del antiguo basamento de la Puna (Alonso 1999; Strahler y Strahler 1989: 252). Se le considera en estado de latencia debido a los registros de actividad eruptiva registradas en 1854, 1868 y 1877 (Alonso 1999). Debido a la extrema aridez de la región el Llullaillaco carece de glaciares y posee solo algunos plan- chones de nieve por encima de la cota de 6000 metros de altura (figura 3).

Figura 2: Mapa de ubicación del volcán Llullaillaco y su relación con la regiones morfoestructurales del Noroes- te Argentino.

Nuestras prospecciones en diferentes sectores de la base del volcán por la ladera este (Argen- tina) no evidenciaron vertientes. Sin embargo, entre los 5400 y 5800 msnm, sobre las laderas ENE, este, ESE y sur, localizamos once surgientes manifestadas a través de ocho cuerpos de agua de escasa profundidad (profundidad máxima 0,80 m) y tres cauces provenientes del deshielo con abundante agua, pero de corto recorrido –entre 10 y 30 metros de longitud- perdiéndose abrup- tamente en el interior del suelo, debido segura- mente a la permeabilidad del terreno. Todo este sector bien acotado altitudinalmente lo denomi- namos “cota de agua”. Esta forma de manifesta- ción del agua (en la actualidad) nos da pie a inter- pretar el topónimo Llullaillaco en forma literal, considerando siempre que las condiciones hidro- geológicas del volcán no hubiesen sufrido grandes modificaciones. Según el diccionario quechua de Gonzalez Holguin (1989 [1608]), “Llulla” significa mentira, cosa engañosa, y aparente y vana o falsa. “Yaku” o “llaco” quiere decir agua. Es sabido que las montañas son grandes reservorios de agua; es allí donde se producen las precipitaciones en for- ma de nieve, y desde donde brotan las vertientes, se trata entonces de una montaña que en cierta forma “engaña” o “miente” respecto al agua, no entregándola como vertiente de base bien defini- da, sino a través de pequeños cuerpos de agua y cortos cauces. Cabe destacar que la disposición de los sitios arqueológicos está totalmente re- lacionada con la particularidad hidrogeológica de la montaña. Pese a ello, cabe aclarar que por el flanco chileno el Llullaillaco tiene vertientes que brindan agua casi todo el año por la que- brada de las Zorritas, quebrada de Llullaillaco y quebrada de Tomomar, cauces que desembo- can en el Salar de Punta Negra.

Los caminos rituales hacia un espacio sagrado

De todos los picos de la región, incluyendo el norte de Chile, sur de Bolivia y noroeste de Argentina, el volcán Llullaillaco es el más alto y aparentemente el más importante, a juzgar

por la energía invertida en la construcción de los numerosos edificios que van de la base a la cima, el camino y las características de las ofrendas allí depositadas hace cinco siglos (Reinhard y Ceruti 2000; Ceruti 2003).

Para los andinos toda la naturaleza fue consi- derada sagrada y los incas, en su proceso de do- minación, tuvieron muy en cuenta esta particular concepción de la geografía e invirtieron mucha energía en ello (Bauer 1996 y 2000). Resulta in- teresante pensar en el proceso de transformación de algo tan concreto como una montaña, en algo tan abstracto como una deidad. El espacio geo- gráfico en cuanto objeto, desde el momento en que es cargado de significación, se erige en un espacio diferente, ha cambiado y posee un valor agregado que es entendido y compartido por la cultura que lo significó. La literatura andina tiene muchos ejemplos al respecto, tales como las vertientes, los lagos, las rocas, la tierra y muchos más elementos naturales que fueron transformados semióticamente. Las monta- ñas poseen sobrados elementos para que jus- tifiquen su significación religiosa (Vitry 1997 y 2001a).

Figura 3: Volcán Llullaillaco visto desde el sitio conocido como “Cementerio” ubicado a 4900 msnm.

Los caminos arqueológicos que ascienden al volcán Llullaillaco fueron descriptos en prime- ra instancia por Rebitsch durante la campaña de 1958. Encontrándose aproximadamente a 6500 msnm, el autor expresa: “Hemos llega- do a un camino derruido, con viejas murallas de sostén, colocado en zig-zag. Vemos uno que otro trozo de leña, que alguna vez dejó caer un agotado cargador indígena” (Rebitsch 1966: 63). En la campaña de 1961 el mismo autor vuelve a localizar otro tramo de camino a ma- yor altura que el descripto anteriormente: “En la ladera pedregosa, entre el “portezuelo” a

6.550 m y la zona de la cumbre, a 6.700 m, pue- den reconocerse todavía en algunos lugares los restos de una angosta escalinata dispuesta en zig-zag, reforzada con pequeños y bajos muros, y algunos trozos de ramas encajados entre pe– druscos.” (Rebitsch 1966: 70).

Consideramos como base del volcán tanto el Tambo (5200 msnm) como el cementerio indíge- na (4900 msnm), lugares a donde llegan los cami- nos relevados y desde donde la pendiente cambia, tornándose más escarpada. Nuestras prospeccio- nes a escala regional (1999, 2004 y 2005) y la de otros colegas que estudiaron el área, revelaron la existencia de por lo menos tres caminos con com- ponentes incas que llegan al volcán provenientes de diferentes sectores: (1) oeste, desde el salar chileno de Punta Negra (Niemeyer y Rivera 1983, Lynch 1996); (2) norte – nornordeste, de la zona de Socompa, en el límite internacional argentino- chileno (Nuñez 1981); y (3) sureste, proveniente de la zona del Salar Llullaillaco en Argentina (Vi- try 2001b).

Figura 4: Mapa que indica el posible derrotero seguido desde el Cuzco hasta el volcán Llullaillaco.

Estos caminos, con un ancho que oscila entre los 1,50 m y 3 m, se encuentran por segmentos de hasta centenares de metros longitudinales entre los 3800 y los 5000 msnm (+/- 200 m), sobre típico paisaje altiplánico. Son de tipo des- pejado y en pocos segmentos se hallan amojo- nados o con muros pequeños de contención, lo que sumado a los procesos de acumulación de arena, propios de la región, se tornan en rasgos de muy baja visibilidad. En partes puede notar- se claramente la arquitectura Inca, tanto por el tipo de construcción, como por su trazado rec- tilíneo en el terreno (Lynch 1996: 197).

Los caminos de los sectores norte y oeste se

unen en un Tambo (5200 msnm) ubicado casi sobre el límite internacional Argentina-Chile, al NE del volcán, sobre territorio argentino. El ca- mino proveniente del Salar Llullaillaco, luego de pasar por el Cementerio, tiene una variante que se dirige hacia el Tambo. El Tambo es el sitio con mayor cantidad de recintos de todo el complejo arqueológico del volcán Llullaillaco y punto de partida hacia la cumbre, a juzgar por los caminos arqueológicos que estudiamos en el área.

En la cima del Llullaillaco existe una plataforma ceremonial de la cual se extrajeron los cuerpos de tres niños incas, los resultados de ADN, de al menos dos de los tres cuerpos, sugieren que su

procedencia es el Perú (Reinhard y Ceruti, 2000: 122). Como aporte complementario a di- cha información podemos describir dos de los posibles derroteros seguidos por poco más de mil quinientos kilómetros de distancia, desde Cuzco hasta el volcán Llullaillaco. Posiblemen- te hayan tomado el camino más directo en di- rección sur, que pasaba por Arequipa (Perú), e ingresaba al actual territorio chileno atrave- sando las localidades de Pica, Catarpe, San Pe- dro de Atacama y Salar de Punta Negra, hasta el Tambo ubicado en la base del volcán a 5200 msnm, ya en territorio argentino (figura 4).

Otra alternativa que analizamos (Vitry 2014), sugiere que el peregrinaje desde el Cuzco hasta el volcán debió involucrar dos de los tres prin- cipales centros místicos religiosos de los Andes: el lago Titicaca, Cuzco y Pachacamac (Stanish y Bauer 2011). Esto se infiere por el análisis de la cerámica hallada en contexto arqueológico, que indica como lugar de procedencia los dos pri- meros lugares de los recién mencionados (Bray et al. 2005) y nos pone frente a un derrotero y un necesario estudio de las geografías involu- cradas en esos peregrinajes, para comprender mejor la infraestructura simbólica que le da soporte a la infraestructura edilicia de dichos

contextos arqueológicos. En tal sentido, el rol de los caminos fue determinante y el actual estudio de ellos, en forma conjunta e integral con el pai- saje, es una línea de trabajo que promete buena información y comprensión del pasado.

Caminos desde la base hasta los 6000 msnm

Desde la cota fijada como base (5200 msnm) la pendiente cambia y se torna más escarpada. Este cambio morfológico del terreno tiene su correlato con el tipo de camino. Desde el Tambo (figura 5) parte un camino de tipo despejado pero adaptado a las geoformas, no son geométricos como los In- cañán observados en zonas montañosas más ba- jas, pero poseen elementos arquitectónicos incas. Esto podría tratarse de una respuesta adaptativa al terreno o bien la posibilidad de que los cons- tructores fueran locales. Su construcción es sim- ple, pero denota un profundo conocimiento del terreno, pues está trazado por los sectores más firmes de la montaña, adaptándose a las diferen- tes irregularidades por donde atraviesa (figura 6). Justamente esta elección es la que jugó a favor de su conservación, pese a los siglos transcurridos y los fuertes procesos erosivos. Su ancho oscila entre los 1.50 a 2 metros, es de tipo despejado sin amojonamiento lateral, nivelado en sectores, asciende por la ladera serpenteando, sin for- mar quiebres bruscos en las curvas, buscando siempre la menor pendiente (figura 7).

Figura 5: Sitio arqueológico conocido como “Tambo” ubicado a 5200 msnm y por donde pasa el camino ritual proveniente de Chile hasta la cima del volcán.

En este sector el camino atraviesa por dos si- tios ubicados a 5548 msnm y 5710 msnm, cita- dos en la bibliografía como ruinas intermedias (Reinhard 1997: 110). A nuestro criterio, y dada la proximidad con las vertientes, ambos sitios estarían relacionados con el aprovisionamiento de agua de todo el complejo arqueológico. En este sentido existen dos sendas formadas por el tránsito que se diferencian de los caminos for- malmente construidos que venimos describien- do. Una proviene del sector del Cementerio y se dirige por una colada basáltica hacia un sector de vertientes formado tanto por pequeños cuerpos de agua como por cortos arroyos entre los 5450 msnm y los 5700 msnm. La otra senda parte desde una estructura de planta circular ubica- da a 5710 msnm, hacia el norte rumbo a una ante cumbre que se caracteriza por tener una forma triangular y se localiza al Norte, en cuya parte posterior (oeste) se encuentra un cuer- po de agua y pequeños torrentes en el camino.

Figura 6: Camino tipo despejado, ubicado a unos 5400 msnm.
Figura 7: Camino tipo despejado, con un ancho constante, situado a 5600 msnm.

Caminos desde los 6000 msnm hasta la cima

A partir de los 6000 msnm se produce un nue- vo cambio de pendiente, llegando en algunos sectores a tener 45° de inclinación. El camino arqueológico se adapta a la nueva situación mediante un trazado en zigzag, en este caso con cortes bruscos, generando curvas de tipo angulosa cerrada (Vitry 2000: 193).

Un de- talle que llamó la atención y ayudó a nuestra estrategia observacional es la existencia de ma- deros o troncos de casi un metro de longitud ubicados en cada curva o ángulo del zig-zag, los que aparentemente estaban erguidos para indicar el derrotero en caso de nevadas, tam- bién registramos pequeños mojones de rocas en dichos lugares, que cumplieron aparente- mente la misma finalidad (Vitry 2002 y 2008). La presencia de maderas en los costados de los caminos fue común en los desiertos andinos, pero no se había registrado hasta el presente en las altas montañas (Hyslop 1992: 58). Cabe destacar que los lugares más cercanos para ob- tener madera leñosa se encuentra a más de cien kilómetros de distancia, por lo cual no estamos de acuerdo con la interpretación de Rebitsch cuando expresa: “Hemos llegado a un camino derruido, con viejas murallas de sostén, colo- cado en zig-zag. Vemos uno que otro trozo de leña, que alguna vez dejó caer un agotado car- gador indígena” (Rebitsch 1966:63). Al obser- var la regularidad de los maderos en las esqui- nas de las curvas nos queda claro que forman parte del camino (figuras 8 y 9).

Estas características son constantes hasta el Portezuelo del Inca, donde se emplazan unas ruinas de gran porte, excavadas por Rebitsch en 1958 y 1961. A partir de esta cota el terreno se suaviza y la pendiente disminuye notable- mente. Desde esta altura y hasta la cima el te- rreno tiene menor pendiente y el camino cobra mayor espectacularidad, debido a que posee muros de contención que sirvieron para ni- velarlos sobre la ladera, pudiéndose apreciar también algunas hileras de rocas que lo demar- can perfectamente.

Figura 9: Madera de unos 70 cm de largo. Formaba parte de las marcas ubicadas en las curvas de los caminos en zigzag.
Figura 10: Camino de 1,5 m de ancho con muro lateral superior a un metro de altura y ubicado a 6650 msnm.
Los caminos rituales del volcán Llullaillaco, Argentina (6739 msnm)
Figura 11: Complejo arqueológico de la cima del volcán Llullaillaco. Se aprecia la estructura doble subrectangu- lar, otra rectangular abierta y finalmente el camino que conduce hasta la plataforma donde fueron ofrendados los “Niños del Llullaillaco”.

Es en este sector donde Rebitsch comenta: “En la ladera pedregosa, entre el “portezue- lo” a 6550 msnm y la zona de la cumbre, a 6700 msnm, pueden reconocerse todavía en algunos lugares los restos de una angosta es- calinata dispuesta en zig-zag, reforzada con pequeños y bajos muros, y algunos trozos de ramas encajados entre pedruscos.” (Rebitsch 1966: 70). Nuestras prospecciones en el lugar no pudieron dar con tales escalinatas debido a la gran acumulación de nieve (figura 10). En los últimos metros del volcán, se aprecian clara- mente dos caminos, uno que se dirige hasta la plataforma donde fueron enterrados los niños incas ofrendados y otro que asciende hasta la cima (figura 11). El primero está bien marcado con una hilera de rocas a cada lado y el segundo con muros de contención y un cerrado zig-zag hasta la cúspide del Llullaillaco.

Consideraciones finales

A partir de la observación directa y emplean- do una metodología específica para el regis- tro de caminos con componentes incas (Vitry 2005), que ayuda a sistematizar la información obtenida, hemos logrado localizar y describir los diferentes segmentos de los caminos rela- cionados con el volcán Llullaillaco, tanto a es- cala regional como en la propia montaña.

Como síntesis de los resultados obtenidos se puede decir que los tipos de caminos relevados corresponden a: despejado, despejado y amo- jonado, con talud, con rampa; entre los men- cionados por otros autores que se suman a la lista tenemos del tipo: empedrado (Beorchia 1987) con escalinatas. (Rebitsch 1966).

La resolución arquitectónica del camino res- ponde principalmente a la inclinación y carac- terísticas del terreno; los caminos de tipo “des- pejado” y “despejado y amojonado” se localizan desde los 3700 msnm, que marca el piso de la Puna, hasta cotas cercanas a los 6000 msnm, donde la montaña produce un fuerte cambio de pendiente.

Caminos en zig-zag con taludes o muros de re- fuerzo y caminos con rampa y escalinatas se loca- lizan entre los 6000 msnm y la cima. La mayoría de éstos poseen mojones construidos con rocas en las curvas o maderos de una longitud unifor- me que oscilan entre los 0,70 m y 1 m.

El ancho de los caminos se mantiene constan- te, con pocas variaciones en todos los segmentos prospectados.

Los caminos van uniendo una serie de estruc- turas ubicadas a diferentes alturas. Respecto a estas diremos que se observaron dos tipos arqui- tectónicos de construcciones:

– Estructuras de clara filiación Inca y con alto grado de inversión energética con las siguientes características: planta rectangular, vanos trape- zoidales, muros dobles rellenos, rocas seleccio- nadas y parcialmente canteadas, plataformas, banquetas de refuerzo de muros, asociación con el camino y relación con ítems artefactuales de fi- liación Inca en superficie.

– Estructuras de planta subcircular y subrec- tangular con una arquitectura “expeditiva”, con muros simples, sin relleno, de escasa altura. Se encuentran aisladas o asociadas a las anteriores pero ocupando espacios diferenciados, sin rela- ción directa al camino (cuando están aisladas) y sin presencia de ítems artefactuales de filiación Inca visibles en superficie.

Al respecto pensamos que las diferencias cons- tructivas pueden estar relacionadas con una dife- renciación social y/o jerárquica, entre los incas y los posibles mitayos encargados de la construc- ción, mantenimiento y abastecimiento de edificios y caminos en momentos previos a las peregrina- ciones y durante el desarrollo de las ceremonias de ofrendas en el volcán. Restaría explorar en detalle la vertiente occidental para comprobar o descartar la presencia de sitios y caminos.

La ruta arqueológica de ascenso al volcán desde la base a la cima se encuentra por la falda orien- tal, aunque el camino de acceso proviene del nor- te y oeste. Las exploraciones regionales no reve- laron la presencia de algún poblado prehispánico de filiación Inca en el actual territorio argentino, encontrándose una secuencia completa de sitios y caminos por el actual territorio chileno, cobran- do especial importancia la localidad arqueológi- ca de Catarpe como centro administrativo y una serie de pequeños sitios asociados al camino en dirección al Llullaillaco.

Nos queda mucha información por procesar y otra que, por razones de espacio, no podemos brindar en la presente entrega, futuras pros- pecciones en el área aportarán nuevos datos, especialmente aquellos relacionados con la red de caminos incas y sitios arqueológicos de la puna argentina, los cuales todavía no fueron objeto de estudio específico. Sin la información a nivel regional, el estudio de los adoratorios de altura y las posibles hipótesis interpretati- vas relacionadas con los sitios de las cimas se encuentran hasta el momento descontextuali- zado y sesgado.

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