La Arqueología de alta montaña es una disciplina relativamente nueva, surgida a
raíz de los hallazgos realizados por andinistas en las laderas y cumbres de los picos
andinos. Debido a las características particulares de este tipo de arqueología, para la cual
se debe tener una preparación técnico-deportiva adicional, pocos son los especialistas que
visitaron y estudiaron los sitios de altura o “Santuarios”, como comúnmente se los
denomina.
Cientos de construcciones entre los 5.000 y casi 7.000 metros de altura y
diseminadas desde el Ecuador hasta el centro de Chile son la evidencia de la gran cantidad
de energía y organización invertida con fines religiosos y políticos. Hoy se sabe que una
cultura poseía los medios necesarios para poder materializar tal obra, los INCAS. “La
dominación que los cuzqueños ejercieron aquí fue breve (aprox. 1475 – 1532), pero el alto
nivel de organización alcanzado se tradujo en obras arquitectónicas cuyos vestigios nos
sorprenden. Además de los centros administrativos, fortalezas, tambos (UtampuU o albergues)
y andenes de cultivos dispersos en gran parte del territorio e interconectados por un amplio
e ingenioso sistema vial, los incas erigieron pequeños y grandes santuarios en las cumbres
de numerosas montañas, llegando en algún caso hasta los 6.700 metros de altura. Con ello
dieron una prueba mas de su admirable capacidad organizativa, asociada en este caso a la
resistencia y adaptación a la altura de quienes planearon y ejecutaron las actividades y
ceremonias correspondientes.” (Dr. Juan Schobinger, 1997).
En relación con los hallazgos arqueológicos realizados en las altas cumbres o
laderas, existen diversas opiniones al respecto. R. Raffino (1982) prefiere llamarlos “sitios
de altura”, ya que los mismos se encuentran entre los 900 y los 6.700 metros sobre el nivel
del mar. Antonio Beorchia Nigris (Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta
Montaña- CIADAM 1985) los clasifica según la altura en: “santuario de alta montaña”
cuando la altitud oscila entre los 5.000 y 6.700 metros, “santuario de media montaña”: entre
3.000 y 5.000 metros y por último “santuario de baja montaña” si las alturas donde se
ubican los sitios se encuentran entre el nivel del mar y los 3.000 metros. Por último, tanto
el antropólogo norteamericano Johan Reinhard, como el arqueólogo Dr. Juan Schobinger,
coinciden en que “alta montaña” se debe considerar a partir de los 5.200 metros, no
obstante, este último opina que el término “arqueología de alta montaña” debe ser
relativizado, pues, es necesario tener en cuenta la altura del cerro desde la base y su
dificultad de acceso.
UN POCO DE HISTORIA
Nuestro país, y especialmente Salta, tiene mucho que ver en la historia de la
arqueología de montaña. El primer hallazgo del que se tiene noticia, se remonta a fines del
siglo pasado (1888) cuando el geógrafo chileno Francisco San Román, anuncia haber
hallado un “puñal de cobre” (tumi?) en la cumbre del cerro Chuculai (5.420 m.), ubicado en
la Puna salteña, próximo a los grandes volcanes limítrofes. En el año 1905, se producen
dos hallazgos, uno sobre las laderas del volcán Socompa (6.031 m. Salta-Chile), a una
altura de 5.300 metros, el incansable y pionero Federico Reichert ubica “una gran pila de
madera dura”, transportada desde centenares de kilómetros por los antiguos moradores
andinos. El segundo descubrimiento de ese año (1905) y sin duda uno de los más
importantes de nuestra provincia, se realiza sobre las laderas occidentales del Nevado de
Chañi, cuando el Teniente Coronel E. Pérez, ubica sobre las laderas de la montaña de casi
6.000 metros, un enterratorio con el cuerpo momificado de un pequeño de
aproximadamente 5 años; su ajuar constaba de dos ponchos, dos fajas tejidas en colores, un
peine de caña, una chuspa (pequeña bolsa tejida) adornada con plumas, un canuto de caña
con decoración pirograbada, un disco de barro cocido y varios fragmentos de tejidos.
Lamentablemente no existe un registro o informe con mayores detalles del hallazgo que
permitan hoy investigar más sobre el tema. El cuerpo momificado y su ajuar fueron
donados al entonces recién creado Museo Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras
de Buenos Aires.
Otro descubrimiento que marca un hito importante en la arqueología de alta
montaña se realizó en el año 1930 [1]. El Profesor Eduardo Casanova (entonces ayudante de
Salvador Debenedetti), asciende a la cima del Cerro Morado (5.200 m.), ubicado en la
localidad salteña de Iruya, y descubre varias construcciones bastante destruidas, en cuyo
contexto halló fragmentos de cerámica y algunos vasos casi enteros de marcado corte
incaico, además, dos fragmentos de láminas de oro y plata, la parte superior de una
campanilla de oro y 30 cuentas de collar de malaquita y lapislázuli (Casanova 1930); una
de las plataformas tenía la particularidad de estar rellena con un manto de tierra vegetal (30
cm.) que seguramente fue transportada hasta allí desde las zonas bajas [2] .
En el año 1954, un arriero buscador de tesoros, descubre en el cerro El Plomo
(Chile) a unos 5.400 metros una momia infante que causó un gran impacto entre los
estudiosos de la época. Es en esta década donde se produce una eclosión y son descubiertas
una gran cantidad de sitios de altura en las elevadas montañas de la cordillera andina. Uno
de los pioneros de esta actividad es el austríaco Matías Rebitsch, quien en el año 1956
asciende al volcán Gallán (6.000 m) y en un enterratorio de la cima halla estatuillas
antropomorfas y zoomorfas. En 1958 regresa a la Argentina y arremete hacia el volcán
Llullaillaco (6.739 m), donde realiza importantes descubrimientos y relevamientos. En el
año 1965 el austríaco pionero de esta actividad realizó sus últimas expediciones, de las
cuales se destacan los picos de la puna catamarqueña como el Peinado (5.740 m), Dos
Conos (5.900 m) y el Azufre o Copiapó (6.080 m) [3]
Desde la década del ‘60 hasta la fecha se destaca la labor realizada por el Dr. Juan
Schobinger de la Universidad Nacional de Cuyo, y especialmente la del director del Centro
de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña de San Juan, el andinista-arqueólogo
aficionado- Antonio Beorchia Nigris, quien ha publicado una completa síntesis de los
hallazgos de montaña realizados a lo largo de los Andes (CIADAM, Tomo 5, 1985). Desde
la década de 1980 se destacan los estudios teóricos y descubrimientos del antropólogo
norteamericano Johan Reinhard, quien ascendió y exploró gran cantidad de montañas de
Argentina, Bolivia, Chile y Perú. En 1995 realizó uno de los descubrimientos más
espectaculares de la arqueología de alta montaña de los últimos tiempos: tres momias y un
rico ajuar en la cumbre y laderas del nevado Ampato (6.300 m) en Arequipa-Perú.
Actualmente, se puede decir con orgullo, que es en las provincias de Salta y Jujuy
donde mayor actividad se registra, debido fundamentalmente a las investigaciones llevadas
a cabo por los miembros del CECOPAM (Centro para la Conservación del Patrimonio de
Alta Montaña – Salta) y las de la arqueóloga María Cosntanza Ceruti del Instituto
Interdisciplinario de Tilcara.
SITIOS ARQUEOLOGICOS O SANTUARIOS DE ALTURA EN LA
CORDILLERA DE LOS ANDES
La mayoría de los investigadores coinciden en que fueron los Incas quienes
realizaron tales construcciones. Los elementos en los cuales se basan para sustentar tal
afirmación se las podría separar en tres grupos: el primero se refiere a los restos materiales
hallados en las cimas y laderas de las montañas andinas, los cuales poseen rasgos comunes
e integrativos como ser:
- Explazo[4](ceremonial)
- Círculo (ceremonial)
- Sacrificios Rituales (humanos animales, sustitutivos)
- Metalurgia
- Lapidaria
- Textilería
- Arte plumario y malacológico
- Fogones – Acumulación de leña
- Uno o varios conjuntos de R.P.C. (Recinto Perimetral Compuesto), al pie o en las
laderas. - Red vial artificial al pie o laderas.
- Construcciones accesorias en la cumbre o laderas.
El segundo grupo alberga las de las dataciones radiocarbónicas. Los fechados
obtenidos hasta la fecha coinciden con el período de dominación incaica, entre mediados y
fines del siglo XIII hasta casi promediar el siglo XIV.
El último grupo de evidencias se lo encuentra entre las fuentes históricas como las
de Guamán Poma, Cieza, Cobo y Garcilazo; o en las etnohistóricas como las de los
extirpadores de idolatrías (Ávila, Albornoz, Hernández Príncipe, Arriaga), las cuales
brindan un esclarificador panorama sobre las prácticas cúlticas y religiosas de los Incas,
como así también la importancia de las montañas y los fenómenos meteorológicos como
seres ordenadores de la vida social, política y religiosa.
Como se mencionara anteriormente, esta disciplina es relativamente nueva, razón
por la cual no ha llegado a desarrollarse en muchos países andinos como Bolivia, Ecuador y
Perú. La Argentina y Chile son los países donde más descubrimientos y estudios se
realizaron. Perú, en 1995, fue escenario de uno de los descubrimientos más espectaculares
en la historia de la arqueología de alta montaña, cuando en el volcán Ampato, a 6.300
metros de altura, el cuerpo momificado de una “princesa” inca, vio nuevamente la luz del
resplandeciente sol luego de cinco siglos de oscuridad y silencio. Sobre las laderas del
mismo volcán se hallaron otros dos cuerpos sacrificados; todos con un riquísimo ajuar, rico
en cuanto a la cantidad y calidad de los objetos hallados. Con este descubrimiento (que fue
manejado políticamente por el Presidente Fujimori), Perú, sin duda, invertirá algunos
dólares para la investigación y prospección de los sitios de altura de las altas montañas que
atesoran mucha información y secretos en sus entrañas.
A los efectos de tener una idea visual y cuantificada de la distribución de los sitios
arqueológicos de altura se presentan los siguientes cuadros y gráficos, cuyos datos fueron
aportados por el Centro de Investigaciones Arqueológicas de Alta Montaña de San Juan
(CIADAM) y el CECOPAM (Centro para la Conservación del Patrimonio de Alta
Montaña – Salta).
– ARGENTINA:…………………………..76 sitios
– BOLIVIA:………………………………….7 sitios
– CHILE:…………………………………….54 sitios
– ECUADOR:………………………………..1 sitio
– PERÚ:………………………………………27 sitios
En la República Argentina los sitios arqueológicos de altura conocidos hasta el
momento son los siguientes:
– CATAMARCA:………………….10 sitios
– JUJUY:………………………………9 sitios
– LA RIOJA:………………………….5 sitios
– SALTA:………………………………39 sitios
– SAN JUAN:…………………………9 sitios
– MENDOZA:…………………………2 sitios
– TUCUMÁN:…………………………2 sitios
TOTAL: 76 SITIOS DE ALTURA
[1] Los anteriores descubrimientos fueron fruto de la casualidad y pronto cayeron en el olvido. El Profesor
Eduardo Casanova es el primer arqueólogo que realizó un estudio sistemático y profundo de un santuario de
alta montaña, intentando incluso su interpretación. Su trabajo fue publicado en “Notas del Museo
Etnográfico” Nro. 3 – año 1930, de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A.
[2] Cabe aclarar que Casanova fue guiado por el salteño y verdadero descubridor de las ruinas del cerro
Morado, el señor Mendenika, quien años antes había ascendido y divisado las construcciones de la cima.
[3] Mathías Rebitsch realiza cuatro campañas en la Puna argentina. En 1956 asciende el Ojos del Salado (6.885
m) y el Gallán (6.000 m); en 1958 sube al Llullaillaco (6.739 m) y al Tebenquicho (5.800 m – 1ra ascensión);
1961 fue dedicado exclusivamente a la exploración del Llullaillaco; finalmente en 1965, escala El Peinado
(5.740 m – 1ra ascensión), el cerro Dos Conos (5.900 m – 1ra ascensión) y el Azufre o Copiapó (6.080 m –
Chile – 2da ascensión).
[4] Este término es el que Raffino denomina “plataforma artificial”, no obstante, mucho más preciso es el que
propone el investigador Antonio Beorchia Nigris (1985) quien lo fundamenta diciendo: “…es conveniente
aclarar el significado exacto que nosotros hemos asignado al término “explazo”. Hemos forjado un híbrido
entre el sustantivo castellano explanada y su homónimo spiazzo. Porque necesitábamos una palabra que
individualizara, definiera con claridad, sin lugar a confusiones, esa construcción cuadrada o rectangular,
sobreelevada a modo de plataforma, o elevada sobre un solo costado (para obtener un lugar plano sobre una
ladera con pendiente), o demarcada simbólicamente con sencillas hileras sobre el suelo virgen…
Necesitábamos, digo, un término que identificara dicha construcción.”
¿POR QUE RUINAS A TANTA ALTURA? :
Hipótesis explicativas
Muchos de los investigadores a través del tiempo han hecho interesantes aportes
hipotéticos, tratando de encontrar una explicación o sentido a estas evidencias
arqueológicas tan singulares que se caracterizan por ser las mas elevadas del planeta.
Uno de los primeros intentos de explicar el porqué de los santuarios de altura fue el
propuesto por el chileno San Román, quien pensaba que eran sitios de señalización, desde
donde se comunicaban por señales de humo. El motivo principal de esta hipótesis es, sin
dudas, debido a la presencia de leña y carbón en los sitios. Los Incas usaban el fuego y el
humo como factor de señalización, pero siempre en los valles. También era costumbre
quemar algunas ofrendas y el humo era un elemento que complementaba el rito (Díaz
1966). Esta hipótesis no se sostiene debido entre otras cosas a que, en las altas cumbres
los vientos son tan fuertes que sería imposible que el humo se concentre para poder ser
divisado. Por otra parte, sería necesario la permanencia constante de personas en las
alturas, hecho que en la realidad es imposible, por último, debido a la disminución de
oxígeno, la combustión se ralentiza. Finalmente, los elementos hallados evidencian su
función religiosa o cúltica.
La hipótesis más difundida es la del culto al Sol, por tratarse de un elemento
religioso incaico (al igual que la mayoría de los sitios). Tres son los argumentos que
sustentan esta hipótesis como explicativa de los sitios de altura:
1) Los Incas cada vez que conquistaban un área debieron instalar un culto al Sol.
2) Las altas montañas “acercan hacia el Sol” a aquellos que practican el culto.
3) La mayoría de las aberturas de las construcciones apuntan hacia el Este, incluso algunas
con ciertas precisiones astronómicas (coincidencia con los solsticios por ejemplo).
Los tres argumentos anteriores tienen ciertos puntos débiles que hacen dudar de su
veracidad. Por ejemplo, se carece de referencias tanto históricas como etnográficas sobre el
culto al Sol en las cumbres de los cerros. Por otro lado, los Incas tenían solo dos
direcciones ceremoniales, Este y Oeste (Rowe 1930). El Este como dirección ceremonial es
una constante en muchas culturas del mundo.
Muchos santuarios de altura están relacionados con explotaciones mineras en la
base o ladera de la montaña. Es sabido que los Incas consideraban sagrada una montaña
que tuviese metales y les rezaban para que los entregaran (Cobo 1964). Raffino señala que
un 75% de los sitios de altura están relacionados con la minería; menciona incluso que uno
de los motivos de la penetración incaica en la Argentina fue la búsqueda de minerales. Los
mineros actuales aún realizan ofrendas a la montaña de donde extraen el mineral. No
obstante, muchos e importantes santuarios de altura no están relacionados con la minería,
razón por la cual es cuestionada esta hipótesis.
Por último, el Dr. Johan Reinhard, científico que ha ascendido a sitios de altura de
todo Sudamérica y una de las máximas autoridades en la materia, posee una gran cantidad
de pruebas a favor de la hipótesis de los ritos de la Fertilidad. Los ritos de fertilidad
tienen en la actualidad total vigencia y parece ser que también tenía antes de la expansión
incaica por todo el territorio Norte del Collasuyu. En esta hipótesis conjugan todos los
elementos relacionados con la montaña y la dualidad impregnada en el pensamiento andino.
El investigador Antonio Beorchia opina al respecto: “sospechamos, a la luz de los actuales
conocimientos, que la adoración a las montañas fue una costumbre típica del Collasuyu,
que los incas asimilaron una vez conquistada esa región, yuxtaponiendo el culto del Sol (de
Tunupa, de Illapa y otros?) a los ritos de la Fertilidad”. Por su parte, el Dr. Juan
Schobinger es de la idea que no se debe descartar el culto al Sol, sino considerarlos a
ambos, pues en definitiva el sol, es el motor de toda fertilidad.
Para concluir con este breve análisis y destacar la importancia de la montaña como
un “ser ordenador” de la vida social, política y religiosa de los habitantes andinos
prehispánicos, es dable citar al Dr. Reinhard, quien, con suma claridad aborda el tema: “El
estudio a las montañas y de las ruinas que en ellas se encuentran es importante para la
comprensión de muchos aspectos de la religión Andina tradicional. Esto, porque en
diversas áreas las ruinas constituyen los únicos sitios prehispánicos de tipo religioso. Ellas
también sirven para señalar las áreas de expansión incaica. Debido a que las montañas
eran, sin lugar a dudas, adoradas con anterioridad a los Incas (aún si es que los sitios por sí
solos demuestran ser de origen incaico), ellas proporcionan la evidencia de conceptos
religiosos prehistóricos.
El culto a las montañas ha sido denominado “El fundamento principal de la cultura
andina”, al proporcionar una unidad cultural subyacente a los pueblos andinos (Bastien
1978). Su antigüedad es obvia, ya que los rasgos básicos del culto a las montañas se han
encontrado a través de todo s los Andes, ha sido señalado en las fuentes históricas más
tempranas y en las leyendas, está basado en sólidas observaciones ecológicas y se ha
mantenido hasta el día de hoy con muy pocos cambios a pesar del proselitismo Cristiano.
Los descubrimientos relacionados con el culto a las montañas han probado ser aplicables
también a antiguos centros ceremoniales ubicados en el llano” (Reinhard 1983).
A pesar de la variedad de hipótesis que se han postulado hasta la fecha, muchas son
las dudas y cuestiones que quedan sin resolver. Es muy difícil para nosotros, habitantes del
llano y las urbes, percibir mínimamente lo que la montaña ha representado y representa
para los moradores andinos. Cuesta creer la trascendencia que han tenido los enormes
colosos, llegando a representar el “axis mundi “ (Elíade, 1994) de muchas culturas; el lugar
donde habita Pachamama, donde Tunupa (dios del trueno) e Illapa (dios del rayo) alcanzan
su máxima expresión y estremecedor poderío. Desde las altas cumbres se está más cerca de
Inti (sol) y de Quilla (luna), dioses ordenadores y reguladores de la vida espiritual, moral y
social; seres sobrenaturales sincretizados en elementos materiales como las montañas y
todos los fenómenos con ella relacionados.
La Arqueología de Alta Montaña representa un gran desafío para los investigadores,
quienes, en condiciones muchas veces extremas, deben olvidarse del cansancio y
apunamiento para trabajar sobre los restos materiales dejados por esos hombres que
hicieron de la montaña un objeto de culto.
Fuente original: academia.edu
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