(O como ser un montañista/excursionista menos burro, con el perdón del orejudo)
La geografía del NOA es tan singular como rica y variada. Y son muchas las personas que la recorren y se internan en su territorio a “disfrutar de la naturaleza”. Pero lo hacen con una visión muy individualista de la satisfacción personal de pasar un momento agradable, y tener un buen relato para contar a familiares y amigos. Sin embargo, no conocen las características geográficas, ecológicas o culturales de la región que transitan; prácticamente van como “burro con anteojeras”. Lo cual es una pena, puesto que, si realizaran sus actividades con un mínimo de conocimiento de la región que están transitando, seguramente la experiencia sería mucho más enriquecedora; la expedición podría ser planificada mejor, se limitarían los riesgos de sufrir algún percance desagradable, se podrían disfrutar detalles de la naturaleza que están vedados para los ojos de los que “solo van”; y hasta el posterior relato, no estaría inundado de expresiones gramaticales y técnicamente incorrectas. Hace algunos años, crucé en Cachi a un grupo de caminantes, que venían de realizar “un trekking” por la quebrada de Las Pailas. Cuando les pregunté por la experiencia vivida, en pocas palabras me dijeron que lo que más les había llamado la atención del viaje era la relación precio/calidad del hotel donde se alojaron; y que no pudieron disfrutar mucho la caminata por que “el clima estaba malo, y se veía que toda la precordillera estaba así”. Cuando les pregunté sobre la flora o la fauna que les llamó la atención, alguien me respondió “lo que más me encantó, fueron las cabras y los perros de un ranchito, pero nos llamó la atención que no vimos ningún animal ni pájaro en la zona”. Hasta alguno se quejó de que los caminos no estuvieran en condiciones y que no haya algún “puente” para cruzar los arroyos. Me alejé pensando, con tristeza, ¡cuánta ignorancia! Si conocieran sobre su país, sobre su región y sus rasgos geográficos, seguramente que hubieran disfrutado cruzar el arroyo sin el puente, y se hubieran deleitado con el revoloteo de los colibríes, el canto inconfundible del carpintero andino, o habrían visto volar ejemplares de águilas y cóndores; y hubieran disfrutado de las imágenes de los imponentes cardones (a los que no incluyeron como “plantas” que les llamara la atención). Ni hablar del uso incorrecto del término “clima” o “precordillera”. El grupo era de Salta, de esos que dicen “amar su tierra”. Que extraño: amar lo que no se conoce.
Pero no solo pasa con estos ocasionales “excursionistas”. Pasa con los mismísimos montañistas (al menos es más común en las nuevas generaciones) y practicantes del trekking y guías de turismo alternativo. Siempre el mismo latiguillo falso: “para mí el montañismo es una forma de vida” (y salieron dos o tres veces a la montaña); “el montañismo es salir de la rutina y de la sociedad, para buscar el placer de disfrutar y compartir con la naturalezal”. Pero cuando van a la montaña lo hacen con su cerebro pensando en lo antrópico justamente. De la naturaleza, nada. Mente sesgada. Apasionados por los restos arqueológicos incaicos, su interés se clava en 500 años atrás.
Ignoran la riqueza de las culturas preincaicas, no les interesa. Ignoran la historia post incaica. Ni idea tienen. Y lo que es peor, van a la montaña para limpiarse de lo social, y se centran en una cultura peruana de hace unos 500 años y cuyo esplendor duró apenas un siglo. ¿Y las culturas locales? ¿alguien sintió hablar de los Calchaquíes, Pulares, Chicoanas, Tastiles, Hualfines, por citar algunos ejemplos? ¿Y la naturaleza? ¿Acaso no iban para liberarse de cualquier aspecto de la civilización? O sea, van a la montaña y les interesa lo antrópico. La naturaleza no. No veo a esos montañistas detenerse para escuchar el canto de un ave e intentar identificarla. No se los ve estudiando una flor que no ven en la tonta maceta de su departamento. No se quedan extasiados con los colores de un insecto diferente a la mosca común que ronda la inmundicia de sus casas. La región del NOA es la de mayor cantidad de ecorregiones de la Argentina. Eso implica una biodiversidad, y una riqueza florística y faunística inigualable. Pero no. Muchos montañistas suben obsesionados con la cumbre y alguna ruina inca, y nada más. No les interesa la diversidad de fauna que cruza en sus narices. Son incapaces de detener la expedición para observar aves, algún insecto, una flor, un hongo, un liquen, un árbol, algún tipo de hormiga, alguna roca llamativa…nada. Alguna rara vez se quedan mirando un cóndor o se llevan una piedrita de cuarzo.
¿Y van a la montaña para disfrutar la naturaleza?. Basta con mirar sus fotos: hongos, rocas, árboles, pájaros, insectos, no abundan en el material fotográfico. Nunca entendí a los que dicen que van a la montaña para estar en contacto con la naturaleza, pero en el lugar, y en contacto con la naturaleza, la ignoran. Por lo tanto, les sugiero que cambien el discurso. No digan que van a disfrutar de la naturaleza. Digan la verdad. Van a vivir una experiencia deportiva, una aventura personal, unos días de vacaciones, o a compartir con amigos. Lo cual, aclaro, no está mal, y es totalmente respetable y valorable. Pero no sigan con el discurso del amor por la naturaleza, cuando no les interesa, y por lo tanto no la conocen, lo que conlleva una falta de amor. De nuevo, no se puede amar lo que no se conoce. Y el no conocimiento se llama IGNORANCIA. Y después te cuentan que fueron al Nevado de Cachi en la “precordillera”, que estuvieron en Salta escalando en la puna de Atacama, o que se sienten identificados con nuestro pasado inca.
Por eso suelo insistir en la importancia del conocimiento de las características geográficas, biológicas y culturales de las regiones que transitemos. Ya sean del NOA, de la Patagonia, de África, o de Marte. No podemos obligar a todo ciudadano del planeta a ser un experto antes de salir de vacaciones, pero bastaría que los que suelen practicar asiduamente actividades al aire libre, ya sea senderismo, trekking, canotaje, cabalgatas, montañismo, o la actividad que fuere, las realicen interiorizándose, formándose y cultivando el conocimiento, lo más profundo posible, del lugar que están recorriendo. Para poder disfrutarlo más. Incluso, para expresarse mejor.

Foto: Emilio González Turu
Colibrí grande, fotografiado en la quebrada de Las Pailas, acercamiento al nevado de Cachi