Una histórica travesía
Pensaba en ese extraordinario número de personas que conformaron el 1er. ascenso absoluto a la montaña más alta del mundo, el Monte Everest. Pensaba en la organización, en el manejo y en el control de toda esa gente, que según los datos históricos sumaban entre montañistas, sherpas y porteadores unas ¡400 personas! El líder de aquella expedición, el británico John Hunt, tenía tan claro el objetivo que le valió sacrificarse a sí mismo para alcanzar el fruto esperado durante décadas. La historia habla de que esa expedición, además de suponer la materialización de un sueño, fue el ejemplo de una organización y trabajo en equipo impecables.
Salvando todas las diferencias, traigo a este texto la citada expedición porque la concreción de la 1er travesía integral femenina de las nueve cimas del Cordón del Nevado de Cachi tuvo que ver con algo de eso. Por supuesto, nos faltaron 391 personas. Nuestro equipo se conformó solo con nueve, pero bien pudieron haber valido por las que faltaron para sumar 400.
El Plan


Un par de días antes nos habíamos reunido con Christian Vitry, un montañista y arqueólogo apasionado y de trayectoria. Además de haber incursionado en las faldas del Nevado de Cachi decenas de veces, es quizás uno de los conocedores más profundo que tiene este cordón con un detallado libro de su autoría. Esa reunión fue importante, porque despejamos dudas, reafirmamos las ideas que teníamos al respecto de cómo encadenar las cimas, cuáles y donde serían aproximadamente los campamentos más apropiados, hasta donde podíamos tener agua, cuál sería el esfuerzo de cada jornada, el peso que tendríamos que cargar, por supuesto, todo supeditado a posibles cambios, de acuerdo a los imponderables caprichos del clima, a cómo nos fuéramos sintiendo, a los que nos ofrecería cada día la montaña. En este aspecto, las buenas decisiones tomadas a partir de posibles situaciones serían concluyentes.
Desde mucho antes de esa reunión, habíamos planeado que la expedición tendría dos grupos de apoyo vital. Queríamos pensar algo que nos permitiera tener al menos dos puntos claves de evacuación y tener gente preparada para atender cualquier emergencia. Queríamos un plan que también nos permitiera pensar en la probabilidad de cumplir el objetivo aunque alguna de nosotras tuviera que descender.

Las nueves personas que hicimos parte de esta historia fuimos divididas en tres grupos: el “Equipo Integral” de carácter plurinacional integrado solo por mujeres y que haría la travesía estaba formado por Denys Sanjines (Bolivia), Lixayda Vazques (Peru) y Karoline Kaasa Dahl (Noruega) y quien escribe Griselda Moreno (Argentina). Y dos equipos mixtos de soporte que se quedarían en los campamentos bajos: “Equipo Kühn” formado por Mercedes López (Argentina) y Martín Avilés (Bolivia) apostados en el Campamento Isla de Piedras (4775msnm) y el “Equipo La Hoyada” formado por Mariela del Valle Flores (Argentina) Norma Bonmamn (Argentina) e Igor Madueña (Bolivia) localizados en el campamento Piedra Grande (4.200msnm). La localización de estos equipos nos daba la chance real de contar con estas vías de evacuación: una vía por el anfiteatro de Khun y la otra por la laguna La Hoyada.
Los representantes de Bolivia son expertos rescatistas y paramédicos que vinieron de su país para apoyar todas las etapas de la 2da edición del proyecto Mujer Montaña en Argentina. Mercedes y Mariela son excelentes conocedoras de la zona, por lo cual la orientación a los grupos de soporte fue sobre todo brindada por ellas. Además, el equipo La Hoyada, guardaba la misión de apoyar con el abastecimiento de un depósito de agua cerca de la cima de la cumbre Meléndez, cuando el equipo femenino, que caminaba las altas cumbres, llegara a la mitad del recorrido.
A lo largo de toda la expedición y como equipo técnico para llevar a cabo lo planeado, cada grupo estaba abastecido de un doble sistema de radiocomunicación para triangular toda la información, el cual fue fundamental para coordinar las diferentes acciones pensadas. También contábamos con un teléfono satelital gestionado a través del Museo de Arqueología de Alta Montaña (MAAM – Salta).
9 días, 9 cimas, 9 personas
El domingo 4 de mayo dio inicio la expedición. Con el apoyo logístico del Municipio de Cachi, partimos temprano desde Salta hacia uno de los pueblos más pintorescos e históricos de la provincia. Recuerdo el momento en que todos estábamos dentro de la combi. Era mirar al grupo y sentir mucha confianza en este equipo humano. Cómo saber que el plan, la idea, la estrategia que habíamos preparado estaba en nuestras cabezas, pero sobre todo, el estímulo y la motivación que venían del corazón.
La traffic nos dejó en el puesto de Liquin a algunos kilómetros de otro puesto llamado Huayco Hondo, lugar donde usualmente se comienza el ascenso en sí. Los nueve, iniciamos camino hacia el primer campamento, Piedra Grande, localizado a 4.200msnm.

“Mi primer encuentro con la montaña fue mágico, me encantaron los picos y rápidamente me hice una idea de por donde iríamos y en qué orden haríamos la travesía” (Lixayda Vasquez).
Creo que cuando dimos esos primeros pasos supimos que no había marcha atrás. Las ilusiones y la convicción del objetivo se metieron en el estómago y dieron rienda suelta para vivir la montaña con toda el alma.
“Desde lejos, el Nevado de Cachi se ve como un cordón de altos picos con nieve, pero alcanzable, no técnico. Sin embargo había que pensar que solo un par de equipos habían alcanzado lograr las nueves cimas en una sola expedición, hombres fuertes con experiencia de montaña. El reto de ser el primer equipo femenino, era demasiado tentador y emocionante” (Karoline Kaasa Dahl)
Llegamos tarde al primer campamento, con la noche encima y un viento importante que nos llevó a pensar si los nueve días que teníamos por delante serían así. Armamos carpas rápidamente y comenzamos a cocinar mientras conversábamos bastante en alto sobre varias cuestiones. Quizás las conversaciones de este tipo llevan a develar y descubrir la calidad de compañeras/os que tenemos. El carácter de cada una se imponía claramente, lo que opinaba cada una era importante, sin embargo, decidir en consenso y bajo las alas del cariño y respeto lo era aún más.



“Desde la 1era etapa de este evento todo el empeño puesto en sus protagonistas y organizadoras fue incesante, cada siguiente paso había sido planificado al detalle. ¡Qué responsabilidad tuvimos todas! y que encrucijada de vida asumir tales compromisos!. Este desafío se venía grande, el trabajo era arduo pero valía cada segundo.” (Denys Sanjines)
Al día siguiente, con menos viento y optimistas en que hubiera una larga ventana de buen clima partimos hacia el campamento 2, Isla de Piedras (4775msnm) con ayuda en el porteo de las tres personas (Mariela, Norma e Igor) que se quedarían en Piedra Grande. Esa misma jornada, ellos regresarían a su puesto, así lo dictaba el plan. Al día siguiente hicimos lo mismo, rumbo al campamento 3 (5.110msnm) nos acompañaron y ayudaron en el porteo Mercedes y Martín. A partir de allí, el camino solo lo haríamos nosotras 4, quienes formábamos el grupo integral. Teníamos 5 días para hollar las nueve cimas y regresar al punto de inicio para encontrarnos con todo el grupo de nuevo.


Primera cima y lo inesperado
Dentro del plan, había días más duros que otros. El cuarto día era uno de ellos, pero no sabíamos que se teñiría de tristeza. Este día teníamos que subir al campamento 4 (5.650 msnm) y ubicarlo sobre el Anfiteatro Khün, un tramo pesado, abrupto y un poco incómodo, considerando que nuestras espaldas cargaban mochilas de más de 20 kilos. Este anfiteatro, que brinda una vista maravillosa, fue bautizado en 1984 por Jorge González y Christian Vitry, quizás inspirados en la historia de Franz Khün, un estudioso de origen alemán que había explorado esta ruta en el año 1910.
Logramos visualizar un posible campamento poco después del mediodía. Dejamos las mochilas y emprendimos el camino hacia la primera cima: San Miguel de Palermo (6.000 msnm). Habíamos leído que esta cima era una de las más hermosas de todo el cordón. “Su recortada silueta y abrupta ladera le confieren las características aéreas que agradan a cualquier montañista”, dice Vitry en su libro. Podríamos confirmarlo una vez que completáramos la travesía, pero podía inferirse por lo que veía, por la oportunidad que tuve de subir al promontorio cercano a la cima y admirar cómo mis compañeras avanzaban paso a paso hacia ella, inmersas en un escenario sorprendente.



“Luego de 4 días de aproximación, llegamos a la primera cumbre las cuatro, un tanto cansadas luego de trepar el anfiteatro Khun con las mochilas bastante pesadas. Para mí, acostumbradas a montañas técnicas, era difícil creer que hacía un 6 mil y que llegaba caminando sin equipo técnico adicional. Por supuesto que el tema de la altura era una dificultad por sí misma, sabíamos que nuestros campamentos durante la travesía se mantendrían generalmente a mas de 5700 msnm, y el solo hecho de vestirse nos dejaría sin aliento” (Lixayda Vásquez)
Estando en la cima, tomando fotos y riendo de felicidad, hablando de la impresionante ‘canaleta argentina’ – así nombrada el 25 de enero de 1986 cuando los salteños Antonio Zuleta, Emilio Gonzales Turu y Christian Vitry realizaron la primera ascensión, la cual conducía a la ubicación donde estábamos paradas en la cara sur de la montaña – Denys empezó a toser, lo cual de alguna manera nos llamó la atención.
A veces, la montaña nos coloca donde debemos estar; simplemente suceden cosas que, en ese momento, a veces nos resultan inexplicables, pero luego uno entiende por qué sucedieron. Denys descendió de la montaña normalmente, haciendo bromas, como es su estilo. Karoline y yo nos habíamos adelantado para comenzar a armar las carpas; el sol caería rápidamente y el frío comenzaría a dominar lo que quedaba del día. Hidratamos, cenamos y nos comunicamos por radio con los campamentos de abajo. Teníamos tres horarios de comunicación con ellos: a las 9:00, a las 14:00 y a las 21:00 horas. La tos de Denys había empeorado un poco, pero no lo suficiente como para pensar que se trataba de algo más que un simple dolor de garganta. Descanso e hidratación podrían ayudar a aliviarla nuevamente. Incluso conversamos la posibilidad de que al día siguiente, si todavía tenía molestias en la garganta, se quedara descansando en el campamento y no subiera a la segunda y tercera cima, ya que también sería un día agotador.
A las 23:00 horas comenzó una noche interminable. Su tos se complicó intempestivamente, generando alarma en Denys y, por supuesto, en nosotras. La calmábamos haciéndola tomar líquidos calientes cada media hora o 45 minutos; después de ese tiempo, la tos volvía junto con un proceso de expectoración significativo. Lixayda, que estaba entrenada en primeros auxilios, revisaba a Denys y evaluábamos la situación. No presentaba signos de cianosis, ni tenía dolores de cabeza ni náuseas; solo esa tos que complicaba un poco su respiración y la asustaba. Luego de considerar las posibilidades, bajar los 1000 metros hasta el campamento donde se encontraba el grupo Khun de soporte vital era arriesgado. No veíamos posible el descenso empinado, sobre todo en la sección del anfiteatro durante la madrugada, debido a los riesgos que esto conllevaba, especialmente con una compañera que se estaba debilitando. Lo mejor era esperar unas horas hasta que amaneciera y luego comunicarnos para dar aviso de la situación y discutir cómo sería la operación de su evacuación.
La carpa que compartíamos con mi compañera y amiga de proyecto olía a mucha tristeza. La fría noche había cristalizado las paredes de este hogar y el frio se sentía en el aliento. El rostro de Denys me decía tantas cosas, entre ellas la profunda desazón por no poder continuar. ¿Qué decir cuando en lo hondo una persona siente que un objetivo, un sueño, se frustra? A veces es necesario actuar con frialdad y más aún en situaciones donde la persona comprometida no está en condiciones de tomar deciciones. Su cuerpo, sin duda, le estaba enviando señales claras; su único camino era el descenso.
“Nací a los 3600 metros, chica andina de sierra, aclimatada desde chiquita, enamorada de la montaña y con la dicha de poder visitar su morada diariamente. Ahora adulta, una “mujer montaña” viviendo un sueño de vida lleno de sorpresas. Después de 12 años de montañismo, por primera vez en toda mi carrera, me dio un principio de edema pulmonar. Atípico, me dirían después los médicos, pero me obligo a bajar de esta travesía de ensueño. ¡Qué inesperado fue!, ¡Que desconcertante! Fue un descenso silencioso y nostálgico, donde me preguntaba, ¿qué lección me estaría dando la montaña esta vez? Descendí lentamente campamento tras campamento, me detuve, mire atrás, admire aquella cumbre alcanzada y recorrí imaginariamente la travesía integral. Que duro que se se anticipaba para la expedición, pensé en cada una de nosotras, las de arriba y las de abajo y entendí el gran compromiso que cada una de nosotras había asumido con el proyecto, todas estábamos allí, trabajando en equipo como amigas y montañistas”. (Denys Sanjinés)
A las 6:00 de la mañana Denys recibió la primera aplicación de dexametasona. A las 9:00 me comunicaba por radio con Martin y Mercedes del equipo de soporte Khun para anunciarles lo sucedido y lo que haríamos:
-Martín iniciaría el camino lo más rápido posible hacia donde nosotras estábamos y vendría con lo necesario para atenderla.
-Lixayda -más preparada paramédicamente – bajaría con Denys hasta el punto donde Martín las encontrase, y regresaría al campamento.
-Karoline y yo iniciaríamos el camino de la jornada planeada para el 5to día: la cumbre Hoygard (6.180msnm) y la cumbre El Libertador (6380msnm)
-Lixayda intentaría alcanzarnos una vez que dejara a salvo a Denys.
Despedirnos, y en particular, despedirme de mi amiga, fue doloroso. Sentí que algo de mí se iba con ella; en ese momento, estaba tan débil como ella. El estrés emocional que habíamos vivido durante esa noche me había dejado sin fuerzas. Pero tuvimos que enfocar nuestros corazones en el objetivo y seguir el plan. Estábamos preparadas para enfrentar logísticamente lo que estábamos atravesando, pero uno no sabe cuán duro puede ser emocionalmente hasta que lo vive
A las 10:15 de la mañana del quinto día, Karoline y yo nos dirigimos hacia la cima principal, mientras Denys y Lixayda se preparaban para descender. El clima nos acompañaba, apenas había una brisa y el cielo azul brillaba. Sin embargo, mi cuerpo estaba tristemente afectado; afortunadamente, Karoline se sentía bien, y sería ella quien me daría ánimos y fuerza para alcanzar los objetivos de ese día. Pasaron un par de horas, y por radio, Lixayda me informó que Denys ya estaba descendiendo junto a Martín, y ella comenzaba su regreso al campamento para al menos intentar llegar a la cumbre Hoygard. Martín había literalmente volado para encontrar a las chicas; su fortaleza y amplia comprensión de lo que estábamos haciendo lo convirtieron en un apoyo inquebrantable
“Renuncie a la cumbre más alta donde Gri y Karo si pudieron llegar, ese día la cumbre para mí fue que nuestra compañera estuviera a salvo”. (Lixayda Vásquez)




Karo y yo alcanzamos los 6.380 msnm de la cima principal casi a las 16:00 horas. Nos había llevado 5 horas llegar. Mi ascenso fue paso a paso, con la mitad de mi mente y corazón en el objetivo y la otra mitad en el descenso de mi amiga. Teníamos 3 horas para regresar al campamento con luz. A Lixayda no le había alcanzado el tiempo; el tramo desde la cumbre Hoygard hasta la principal es más largo de lo que parece y, además, psicológicamente es un poco difícil, ya que debes descender para volver a subir. Poco después de las 19:00 horas, estábamos de nuevo en el campamento, ahora el camino lo seguiríamos solo tres.
“Perder un miembro del equipo fue difícil emocionalmente, pero reforzó al mismo tiempo las ganas de lograr la travesía”. (Karoline Kaasa Dahl)
Solo queríamos que llegaran las 21:00hs para tener noticias de nuestra compañera. Me tranquilizaba enormemente saber que Mercedes estaba con ella, conteniendo su tristeza sobre todo. A lo largo de todos mis años en la montaña, nunca nadie me ha dado tanta confianza como ella para atender este tipo de situaciones. Su sensibilidad y palabras oportunas les han conferido a todas nuestras salidas ese elemento indispensable en las expediciones.
Nos dormimos con las estrellas, sabiendo que Denys estaba siendo cuidada y abrazada. Nos dormimos apretadas y calentitas, ahora éramos tres, en una carpa de dos.
Crecíamos junto a la luna
El sexto día levantamos campamento. Teníamos que avanzar y trasladarnos, localizar un lugar entre las cumbres Meléndez y Pilar de las Pailas. Esa jornada teníamos que conseguir la 4ta cima.
Me levanté pensando en las palabras de mi amiga Mariela cuando días antes nos habíamos despedido en el segundo campamento. Ella me dijo que presentía que esta integral se iba a lograr “todas las energías van para un solo lugar, tanto las montañas como quienes aguantamos desde abajo, las acompañamos en cada paso y en cada preocupación que suceda allá arriba”.



Iniciamos el camino con todo el equipo a cuestas. Debíamos ascender nuevamente hasta los 6,000 msnm y luego realizar una travesía por el filo. Después de algunas horas, encontramos un lugar para establecer el campamento a los 5,900 msnm. Allí, tuvimos que trabajar en nivelar el terreno para montar la carpa. Como habíamos hecho anteriormente, dejamos nuestras mochilas y nos dirigimos hacia la cumbre de Pilar Las Pailas (5,690 msnm)
Desde este punto final, se puede apreciar la razón de su nombre ‘Pilar’, según lo leído: “Junto con el San Miguel de Palermo (la primera cima alcanzada), forman las columnas de ingreso al anfiteatro de Khun… además, son los únicos dos brazos o cordones que se desprenden de la columna principal del Nevado de Cachi, ubicada en sentido norte-sur”. La vista panorámica desde aquí es muy ilustrativa, ya que permite apreciar claramente la travesía de las cimas. Paradas en las rocas finales de esta cumbre, nos alegraba saber que entre los integrantes de la primera expedición a esta cumbre, llevada a cabo en 1987, había dos mujeres: Flavia Elpeza y Teresa Dragone.
Mientras nosotras hacíamos cumbre, Mariela y Norma no estaban tan lejos. El equipo La Hoyada, que había subido a dejar provisiones como el plan lo establecía, acampaba por la zona de la Laguna. Incluso, Mariela nos diría después por radio, que nos había visto como figuras pequeñitas caminar por filo del Pilar de Las Pailas.
Las tres nos llevábamos muy bien, asumíamos en silencio los roles y lo que cada una tenía que hacer.
“Debíamos construir los lugares para nuestro campamento en medio de las pedregosas morrenas de bastante inclinación, era momento de construir plataformas de retención, remover la mayor cantidad de piedras posibles y hasta hacer muros protectores, estas tareas se hacían con una sincronización increíble sin pactarlo y sin segundos que perder, pues la urgencia de tener un lugar libre de frio y de viento era trascendental” (Lixayda Vasquez)
“Habíamos encontrado tal concordancia, que sabíamos hasta como acomodarnos para dormir. Poder entrar cada noche en un carpa, sentirnos seguras, calentitas, comer, hidratar, charlar, eran momentos de alivio y alegría luego de jornadas tan duras, y nos preparaba para un nuevo día de espectacular montañismo”. (Karoline Kaasa Dahl)
Yo sentía que la luna nos acompañaba, crecía y se iluminaba junto a nosotras. Se avecinada la luna llena de Tauro, también conocida como la luna llena de mayo, la luna llena de Buda o Wesak, que según se dice marca el punto culminante de la bendición espiritual al mundo. Mis recuerdos de está luna llena se remontan al Himalaya, donde hay una ceremonia especial en un valle del Tibet. A través de la meditación y la oración, personas espirituales de todas las religiones y tradiciones se unen en mente y corazón. Quizás algo de todo esto nos a caminar.
La mitad más uno
La quinta cima marcaba más de la mitad del recorrido y nos animaba de una manera exuberante. Pensaba en Denys; sabíamos que había comenzado el descenso a Cachi. Cuanto más abajo estuviera, mejor se recuperaría. Mercedes estaba con ella. Martín se había unido al grupo de Piedra Grande, ya que nosotras habíamos pasado el abrigo del posible segundo punto de evacuación. Pensaba en Martín e Igor y su tremendo compromiso y profesionalidad con el proyecto. Cada vez que nos comunicábamos por radio, recibíamos palabras de aliento y cariño por su parte.


Llegamos a la Cumbre Meléndez, también conocida como Hoyada, con algo de viento. Gran parte del ascenso lo hicimos utilizando crampones y piolets. En esta cima, a la que algunos también llaman la cima arqueológica, Christian Vitry explicaba: ‘He identificado y relevado un rectángulo ceremonial (pircado de escasa altura de 12×6 metros) donde hace 5 siglos las etnias locales practicaban ritos y ceremonias religiosas para sus divinidades’. Quizás por este atractivo especial, visitar esta cumbre sea algo único
El séptimo día implicaba alcanzar esta cima arqueológica, pero también a la siguiente. En medio de nuestro camino, teníamos que recuperar el depósito que nos habían dejado. Encontramos el paquete fácilmente; contenía varias botellas de 2 litros de agua congelada y una bombona de gas. El descenso desde la Cumbre Melendez hasta el ascenso a la Cumbre Pellicelli (6,000 msnm) nos llevó a un paisaje de cuento: la laguna La Hoyada y su pequeña vecina, la Laguna Blanca, nos dejaron boquiabiertas y con el corazón muy amplio.
Desde esta sexta cima que alcanzábamos, podíamos apreciar todo lo que nos quedaba por delante: las tres cimas restantes, que, aunque más pequeñas, no eran menos desafiantes. A medida que superábamos la mitad de las cumbres planeadas en total, algo en nuestro interior nos hacía sentir que podríamos lograrlo. Estábamos fuertes y decididas; el compañerismo y la amistad habían generado una confianza en el equipo que nos hacía anticipar la victoria. Por supuesto, con respeto, quizás solo era un deseo, tal vez queríamos lograrlo para honrar a cada persona de esta expedición que, sin duda alguna, ascendía y caminaba junto a nosotras en cada cima.


“Cuando empezamos a contar con varias cimas, tenía las esperanzas cada vez más real de que lo íbamos a lograr. Cada vez que subíamos a una cima era una experiencia única. Cada cima su característica y su manera de escalar y cada una nos brindaba una vista variada de hermoso paisaje” (Karoline Kaasa Dahl)
Nuestro campamento entre la cumbre Pellicelli y la cumbre Di Pascuo (5.400msnm) era aventurado. Por lo expuesto que estaba ante los vientos. Además de armar una plataforma a fuerza de pico y pala de piolet, erigimos un pircado que habría intimidado a los propios incas. Luego de buscar a lo largo de una hora un posible sitio, no nos quedó más que localizarlo sobre el filo de la travesía.
Tuvimos un atardecer maravilloso, y el viento, que prometía soplar a lo largo de la noche, simplemente enmudeció.
Dos días, tres cimas
“Teníamos tanta confianza con el avance de la expedición que se nos ocurrió que podríamos hacer las 3 últimas cumbres en el octavo día. Pero no fue así, precisamente estas cumbres más pequeñas fueron las más difíciles de superar por el terreno pedregoso, la exposición e inestabilidad que tenían. Los vientos que a partir de ese día eran mucho más fuertes. Además, todo debíamos hacerlo con una mochila que aún pesada, sumado a eso ya teníamos una semana de intensa actividad. La travesía iba cargada de tensión, cada paso debía hacerse con muchísima concentración, siempre cuidándonos las unas a las otras y coordinando los pasos y tiempos para cruzar ciertos tramos en las aristas expuestas. Las ráfagas de viento nos hacían perder equilibrio y todo lo que tocábamos se desmoronaba. En un momento me sentía como en una guerra y que las ráfagas de viento eran ametralladoras. Debíamos de esperar el segundo exacto en que se calmaba un poco para cruzar lo más rápido posible estos tramos. Luego nos reiríamos de esta experiencia, pero en su momento, debíamos estar muy concentradas”. (Lixayda Vásquez)
Antes de partir a esta expedición, nuestro amigo Emilio Gonzales Turu, nos había marcado y reiterado el sumo cuidado en esta parte de la travesía. Pero hasta no estar allí, no supimos lo expuesto y peligrosa que era. Nosotras queríamos seguir la lógica de la travesía, podíamos optar por poner un campamento en la base de las montañas, aunque tuviéramos que descender, luego se llegaba a las cumbres por rutas más accesibles y sin peso mediante. Pero nosotras queríamos hacerlo siguiendo el hilo del cordón.


Veinte años atrás, un octubre de 1984, se lograba por primera vez encadenar las 9 cimas de este cordón. Lo consiguieron Rodolfo Ramos Cointte, Roberto Tercero y Alejandro Lewis. Algunos problemas en la logística hicieron que la travesía se demorara más de lo pensado, completándola en 12 días. En el verano de 1998, Ariel Mazzei y Daniel Cedrón ultimaron las 9 cimas en 7 días. Hasta la última edición (la 3era) del libro El Nevado de Cachi de Vitry, estás eran las dos únicas expediciones documentadas. Las dos expediciones fueron distintas entre sí, y la nuestra se mostraba distinta a las dos anteriores. En el verano del 2013, Gustavo Lisi junto a Miguel Olivos lograron unir los cordones Cachi y Palermo en una travesía de 13 cimas sin precedentes.
En el octavo día, logramos encadenar las cumbres Di Pascuo y el Peñón Blanco (5,400 msnm) en una jornada de gran esfuerzo y tensión. Esta última, considerada la cumbre más técnica de todo el cordón, se alza “como un dedo que señala el cielo, elevándose unos 80 metros en su parte final, confiriendo al paisaje una extraña belleza, poco común en los redondeados perfiles cordilleranos” relata Vitry en su libro. La ventana de buen tiempo comenzaba a advertirnos que pronto se cerraría. El viento se adueñó de la tarde del octavo día de manera amenazante, lo que nos obligó a descender más de lo que habíamos planeado para encontrar un campamento protegido de los posibles embates furiosos del viento durante la noche.


La alegría de los sueños
Ver a través del lente de la cámara a Lixayda y Karo paradas en la última cumbre, La Pirámide (5,300 msnm), con los bastones en alto y rebosantes de alegría, me conmovió profundamente. Solo quería llegar, abrazarlas y gritar junto a ellas la dicha de haberlo logrado. Quería llamar a Denys y decirle que nuestras cumbres eran también de ella y de todo el equipo.
“El noveno día al llegar a la cumbre La Pirámide, nos comunicábamos con nuestras/os compañeros que ansiosos aguardaban nuestras noticias, la emoción me quebró y quise hacerles participe mediante la radio y se me escapo un “estamos en la cumbre… lo logramos carajo!” fue realmente un momento muy emotivo, entendí que no existe montaña fácil y que todas merecen el esfuerzo y concentración necesarios para conseguirse.” (Lixayda Vasquez)


Desde la cumbre, comenzamos un lento y agotador descenso de vuelta al punto de partida. El largo camino que nos quedaba por delante nos indicaba que la noche se avecinaba antes de poder reunirnos nuevamente con el resto del grupo. Mercedes y Denys, desde el pueblo de Cachi, habían planeado encontrarnos en el puesto de Liquin a las 19:00 horas, donde estarían esperándonos. Había hablado con Mercedes a través del satélite por la mañana del noveno día, unos minutos antes de nuestra partida hacia la cumbre, para coordinar el encuentro y asegurarle que estábamos bien.
La noche nos atrapó y con ella el terreno de regreso fue confuso. El viento no nos dejaba entrar en comunicación con quienes nos esperaban cerca de Huayco Hondo. Las señales de luces de las linternas no eran visibles. Me preocupaba su preocupación, eran las 22:00hs y nosotras seguíamos caminado. A la distancia pudimos al fin ver una linterna, era Juan Liquin, que había llegado con su camioneta hasta Huayco Hondo, Mercedes la había contratado para que no tuviéramos que caminar los kilómetros hasta donde la traffic podía llegar.
¡Qué alegría interminable fue encontrarlos al fin!
La noche nos atrapó, y con ella, el terreno de regreso se volvió confuso. El viento nos impedía comunicarnos con quienes nos esperaban cerca de Huayco Hondo. Las señales de las linternas no eran visibles. Me preocupaba su preocupación; eran las 22:00 horas, y nosotras aún seguíamos caminando. Finalmente, a lo lejos, pudimos ver una linterna. Era Juan Liquin, quien había llegado con su camioneta hasta Huayco Hondo.
¡Qué alegría interminable fue encontrarlos al fin!




“Quién diría que la enorme planificación, compromisos y respeto a la montaña asumidos en esta 2da edición, habrían sido útiles en mi propia evacuación. Que contenta estuve cuando entendí que habíamos logrado nuestro objetivo. El proyecto había generado desde su creación, un compromiso social, medio ambiental, deportivo y responsable; sonreí mucho cuando recordé cada momento vivido y me alegró saber que volvería a casa tranquila y entera. Me sentí muy segura, agradeciendo a la feminidad por no habernos permitido olvidar ningún detalle. Estar allí con amigas fue los mas valioso, pues gracias a su apoyo podría besar a mi hijo nuevamente”. (Denys Sanjinés)
A modo de coda
He sentido decir que los éxitos en la montaña son de aquellos que logran las cumbres. No puedo estar de acuerdo con esto. Además de parecerme corto, egoísta y de pensamiento obtuso, jamás podríamos pensar y mucho menos sentir que el éxito de esta expedición solo perteneció a quienes pisamos las cimas. Esta expedición estaba absolutamente despersonalizada, la expedición en sí cumplía un objetivo, cada una poniendo lo mejor, cada una aportando su experiencia de vida en la montaña. El objetivo de esta integral femenina era que al menos una de nosotras pudiera hollar las 9 cimas, no importaba quien, el grupo apoyaría a esa o esas mujeres que lo hicieran.
El mensaje de Mujer Montaña con esta travesía no tenía que ver con protagonismos individuales, sino con el sacrificio, esfuerzo, valor, compromiso, humildad y convicción del equipo, nueve personas, 4 de ellas poniendo su corazón en tierras más altas y 5 de ellas en las más bajas. Para quienes formamos el equipo integral, saber que los equipos de seguridad estaban para respaldar cualquier imprevisto significaba no solo confianza, sino, mayor valentía.
No hay anónimos en esta expedición, todas y todos tienen nombre y apellido y hoy nos sentamos en igualdad en la tribuna de la alegría al saber que lo realizado fue un trabajo en equipo de extraordinario desempeño y que esta historia, además de quedar registrada en la historia del montañismo salteño, argentino y latinoamericano, encontrará en el futuro el eco de lo que quiso transmitir.
Relato y Fotos: Griselda Moreno