En el extremo sur de los Andes Tropicales (Sur de Bolivia y Noroeste de la Argentina), habita el oso más austral del mundo. Siendo probablemente esta región, una de sus últimas áreas de dispersión en su historia evolutiva. Su estudio y monitoreo actual son claves para comprender el grado de adaptabilidad y amenaza, que la especie y su hábitat podrían tener ante diversas presiones antrópicas y el cambio climático en el futuro inmediato.
El juco, juca, ucumari o jucumari (oso andino u oso de anteojos, en idioma runasimi del pueblo Quechua), también denominado yagua-pope por el pueblo Avá-guaraní en nuestra región. Es la única especie de oso presente actualmente en Sudamérica. Endémico de los Andes Tropicales (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y el Noroeste de la Argentina), pertenece al antiguo linaje de los osos de rostro corto (Tremarctinae). Su ingreso al subcontinente sudamericano ocurrió durante el Holoceno temprano, hace aproximadamente 15-30 mil años antes del presente. A lo largo de su historia evolutiva, el oso andino, fue ocupando y adaptándose a la mayor parte de los diversos ecosistemas asociados a los cordones montañosos andinos. Siendo probablemente el rango sur de su distribución, una de sus últimas áreas de dispersión.
Sin embargo, la presencia del oso y el conocimiento de su historia natural en esta región, ha sido poco conocido e inclusive fundada en especulaciones inexactas y contradictorias hasta hace algunas décadas atrás. La ocurrencia del oso en el sur de Bolivia y el extremo noroccidental de la Argentina, era fuertemente negada en diversos ámbitos académicos y particularmente en el estudio de la mastozoología a nivel regional. Fue en el marco del Proyecto Juco-Proyecto Binacional Yaguajuco (Argentina-Bolivia), un proyecto de investigación y conservación pionero con una fuerte impronta y experiencia en el territorio, donde se establecieron las líneas de base y la fundamentación de la relevancia del estudio y la conservación del oso más austral del mundo. Posteriormente, surgieron otros proyectos de investigación a pequeña escala sobre el oso y así también, el resurgimiento del interés científico en una región que diversos autores tenían por sobre relevada.

Investigar el oso en el sur y constituir una línea de base al respecto, significó primero desmitificar a la especie minimizando sesgos e ideas preconcebidas que se aplicaban a la investigación de oso andino en términos genéricos en la porción norte de los Andes Tropicales (Venezuela, Colombia, Ecuador y Perú); o extrapolaciones basadas fundamentalmente en la biología, historia natural y ecología del oso negro americano y que no eran aplicables en los ambientes tropicales y subtropicales del Cono Sur.
Un oso al extremo, en un ambiente de contrastes
Actualmente el chaco serrano y en su sucesión altitudinal, el bosque tucumano-boliviano como los extensos cañales de caña brava (Chusquea sp.) y los pastizales de niebla son unidades de vegetación que están siendo sometidas a profundos y rápidos cambios en su estructura vegetal. Los modelos de desarrollo basados en una economía primarizada y extractiva (ganadería extensiva, agro-negocios y explotación hidrocarburífera) a gran escala, dirigidos por grandes capitales representan las mayores amenazas a la conectividad de la matriz de hábitat del juco y los territorios de las comunidades locales.
El impacto del cambio climático en estos bosques marcadamente estacionales y particularmente sobre el oso andino en el sur de los Andes, no están del todo cuantificados. Sin embargo, el acentuado gradiente altitudinal (400-3.900 m.s.n.m.) y la sucesión de los hábitats tienen desde las últimas décadas temporadas secas más extensas y con esto, cada vez más frecuentes eventos de fuego. Por el contrario, las temporadas de lluvias, los deslizamientos de masas y las fuertes crecientes de los ríos se concentran en menos meses durante la época estival.


En esta dinámica compleja y contrastante, el oso andino hace un uso estacional del hábitat y el gradiente altitudinal. Hemos observado en indicios de alimentación y heces, el consumo de querusillas (Gunnera apiculata), taracas (Puya sp.), entre diversas poaceas durante el verano en las tierras altas. En invierno, el oso desciende desde los pastizales de niebla y el límite superior de ecotono entre el pastizal y los cañales de altura hasta las áreas boscosas a menor cota altitudinal (≤ 2.500 m.s.n.m.). En esta época hemos relevado el aprovechamiento de la caña, yemas y folios de la caña brava (Chusquea sp.), frutos de lauráceas y bromeliáceas epífitas.
En este sentido, hemos documentado recientemente, que el manejo trashumante tradicional del ganado vacuno que realizan las comunidades locales Quechuas pareciera influir en los movimientos estacionales, altitudinales y potencialmente en el comportamiento predatorio y alimentación oportunista del oso y otros grandes carnívoros como el yaguareté (Panthera onca), puma (Puma concolor) y zorro andino (Lycalopex culpaeus), debido también a la oferta eventual de carcasas de vacunos muertos en el campo.

Nuestras áreas de estudio son de difícil acceso y requieren una gran arquitectura financiera y logística, tanto para optimizar el muestreo como minimizar los riesgos potenciales a la integridad física de los miembros del equipo durante el trabajo de campo. Por ello, el empleo de nuestros perros de rastreo para detección de muestras biológicas optimiza el relevamiento de vastas áreas con un menor esfuerzo de muestreo. Así también, el trabajo mancomunado entre Proyecto Juco-Proyecto Binacional Yaguajuco y el apoyo institucional de la Fundación Azara, S.O.S. Acción Salvaje junto a las comunidades Kollas en Argentina, las comunidades Yamparas o el cuerpo de guardaparques del Área Natural de Manejo Integrado El Palmar (Chuquisaca) y ganaderos particulares en Bolivia potencia las labores de investigación y conservación del oso y los ecosistemas que habita en los amenazados Andes Tropicales del Sur.

